La
imagen frívola del papel de las amantes que se ha proyectado en el cine
o la televisión, ha hecho un flaco favor a estas mujeres que, por
circunstancias de la vida acaban siendo 'las queridas' de hombres
casados. Muchas llegan a esta situación por curiosidad, buscando un poco
de aventura y buenas relaciones íntimas sin ningún tipo de compromiso, y
acaban encontrando, en la mayoría de las ocasiones, el amor y, por
tanto, la soledad y la desesperación.
Como reinas de lo prohibido,
se adentran en una relación donde el sexo es el gran protagonista. Un
intercambio de necesidades en un momento determinado, sin futuro, sólo
presente. La adrenalina de lo prohibido es un canto de sirenas en las
que muchas caen por la emoción de jugar sin límites, en relaciones que
constituyen verdaderos desafíos. Los encuentros fugaces, a escondidas,
con la tensión de no ser descubiertos, causa mucha excitación. No es que
el sexo con un hombre casado sea diferente que con un hombre libre,
pero es la fruta del paraíso un plato exótico que degustar en momentos
puntuales, no el menú de todos los días. Como dice Sabina en su canción
'Contigo', ‘yo no quiero comerme una manzana, dos veces por semana, sin
ganas de comer’.
Aunque la amante sabe que el espacio que
comparte con ese hombre no es el mismo que el de una pareja estable, la
posibilidad de tener una vivencia diferente da alas a la pasión, al
creerse enamorada, aunque se trate realmente de un enganche emocional. A
cambio, sonrisas, regalos, buen trato... porque ambos son conscientes
de que esta situación tiene un final anunciado. Este tipo de relaciones
nacen fracasadas.
Según expertos sexólogos, la etapa de
encantamiento dura entre dos meses y dos años. Tras esto los hombres
tienden a volver a sus hogares, con su familia. Con la madrastra de
Blancanieves, según la imagen proyectada por el marido a la amante de su
propia esposa. Con esa mujer con la que apenas había ya comunicación o
no sabía satisfacer sus deseos sexuales. Al fin y al cabo, todos
anhelamos una relación estable, el calor del hogar.
Ventajas de ser ‘la otra’
-
Te llevas lo mejor de ellos. Las buenas caras, gestos, actitudes, el
buen humor y las sonrisas las gastan siempre con la amante. Las
extravagancias y vicios ser reservan para la dulce esposa. Además, no
dan quebraderos de cabeza. Nada de quejas sobre el trabajo, el no llegar
a fin de mes o los problemas con los hijos. A lo sumo, hablará de su
mala esposa y su sentimiento de incomprensión.
- El sexo será
espectacular. Como no se dispone de todo el tiempo del mundo, cualquier
momento es bueno para un encuentro inolvidable, ya que nunca se sabe
cuándo será la próxima vez. Además, el morbo que da intentar que la
gente no se de cuenta aumentará la excitación entre los dos.
- Ni
plancha, ni cocina, ni limpiar su rastro. La amante no plancha sus
camisas, más bien las arranca y las deja hechas una piltrafa en algún
rincón del hotel. Tampoco se dedica a poner su ropa interior en remojo,
ni tiene que frotar esas manchas rebeldes que se resisten a desaparecer.
Y mucho menos tiene que comerse la cabeza, día tras día, para ver qué
le hace de comida. Para eso están los restaurantes recónditos y con
encanto donde se suele acudir para dar rienda suelta a la pasión. Y si
algún día deciden preparar algo en casa (de ella, por supuesto), el ir
al mercado y seleccionar las mejores fresas con lo último en champán, se
convertirá en todo un placer.
- Ni ronquidos, ni pijama de felpa.
Son tan pocas las noches compartidas, que se aprovechará el tiempo para
todo menos para dormir. Y si por un causal el sueño vence, Morfeo se
encargará de convertir sus ronquidos en un dulce resuello. Por manta
vuestras pieles y al despertar un tierno beso en los labios y unos
‘buenos días mi amor’ se convertirá en el mejor desayuno. Después una
buena ducha compartida os dará las energías necesarias para afrontar un
nuevo día, con una sonrisa. Nada de ‘sal de una vez que ya llevas una
hora dentro y yo voy a llegar tarde’, ‘recoge el poco pelo que te queda
de la ducha’ o ‘¡cierra el grifo del agua fría!’. Lo único que se oirá
es la respiración de ambos provocada por el contacto de vuestros cuerpos
enjabonados, mientras el agua no deja de caer sobre vosotros.
-
Nunca tendrá que soportar a la ‘bruja’ de la suegra. Ni a esos
insoportables sobrinos, primos y demás familia, caracterizada por su don
del oportunismo, que aparecen allí donde no han sido invitados.
-
Nada de vacaciones en el ‘maravilloso pueblo’ donde pasó su infancia.
Tampoco tendrá que esperarle pacientemente mientras termina su timba de
mus con los amigotes. A ti te espera París, la ciudad del amor,
Ámsterdam, la ciudad de las risas y un mundo entero por descubrir.
-
Tu casa y tu vida te pertenecen. La decoración correrá de tu cuenta y a
él siempre le parecerá maravilloso. Tampoco tendrás que dar
explicaciones de tu vida. Con quién entras, con quién sales, quién te
llama a las dos de la mañana o en qué te gastas tu dinero.
-
Puedes serle infiel, sin ningún tipo de remordimientos. Él lo está
siendo con su esposa y quizás con alguna más… Sin sentimiento de culpa,
sin engaños, sin presiones de ninguna clase.
- Nunca vestirás de
blanco, pero te hará sentirte como una reina cada vez que esté contigo.
Los momentos en los que esté contigo, realmente querrá estar contigo. No
hay cabida para el engaño, la irrealidad de una aventura se convierte
en lo más auténtico de la vida, sin los cinismos y obligaciones que en
ocasiones generan las relaciones oficiales.
- Cuando la rutina
marital irrumpa en vuestra vida, la relación habrá muerto. Si los
problemas invaden vuestra intimidad y vuestros cinco sentidos se
desliguen del arte exquisito de la seducción es hora de hacer las
maletas y decir adiós.
Primer regla de oro, nunca te enamores
Cualquier
persona que entre a formar parte del ‘club de la buenas amantes’ tiene
que saber las reglas del juego, si no quiere salir dañada de tal tamaña
aventura. Lo primero a tener e cuenta es que para ser la amante de
alguien hay que ser una persona muy madura y tener las cosas muy claras.
Saber qué lugar se va a ocupar durante la relación y, lo más
importante, nunca hay que enamorarse. Sólo hay que esperar sexo y, como
mucho, amistad.
El amor pide de comer y, con el tiempo, irá
exigiendo más: más tiempo, más atenciones, más normalidad… hasta
convertirte en una nueva novia o nueva esposa, momento en el cual el
derrumbamiento será tan estrepitoso que el ruido te impedirá escuchar a
la realidad: tú siempre has sido la amante, nada más. De ahí la
importancia de tener plena conciencia de la situación y no moverse de
ahí, si nos se quiere sufrir. No he oído frase más acertada en estos
casos que la que leí el otro día en un blog: ‘Una amante enamorada es
una amante desubicada’.
Por lo tanto el secreto está en no exigir
compromisos y repartir cariño de forma generosa sin esperar nada a
cambio. Sois dos individuos independientes compartiendo un tiempo y
espacio en común en un momento efímero. Es la concepción del presente,
del instante. No hay futuro, esta palabra queda para la esposa. Tú te
llevas momentos amorales de pasión, regocijo, risas, complicidades… y
ella se queda con el mañana. Pero, lo más importante, es no perder la
dignidad y quererse a uno misma por encima de todo y de todos.
Inconvenientes, porque no todo es color de rosa
- Siempre tendrás
la mitad de un hombre, no el hombre entero. Te dedicará el tiempo que le
sobre de sus obligaciones conyugales y familiares, para muchos las
migajas.
- La soledad se apoderará de ti en fechas señaladas.
Habrá momentos en que desearás ser la esposa (Navidad, cumpleaños,
aniversarios, celebraciones en familia…). Ni tan si quiera podrás contar
vía mail o telefónica si no quieres arriesgarte a ser descubierta y
desaparecer de su vida.
- La competencia con la esposa será una
constante en vuestra relación. Deberás ofrecer de lo que en su casa
carece, por lo que vivirás bajo la presión de estar siempre impecable
para él, de mantener un nivel en la cama, de ser la mejor amiga y de
escucharle, sin pestañear, todos sus problemas, aunque no te importen lo
más mínimo.
- Nunca formarás una familia. Él no asumirá el riesgo
de que te quedes embarazada, demasiadas explicaciones. Y si esto
finalmente ocurre, sólo tendrás una forma de que él se responsabilice: a
través de los tribunales. Como podrás suponer, con estos antecedentes
es imposible que la relación fluya de ninguna de las maneras.
-
Tendrás que esconderte siempre de todos, cuando estés con él. Aunque
quieras gritar a los cuatro vientos lo feliz que eres con él, tu boca
quedará sellada. Además, lo verás cuando él tenga tiempo y quiera, y
siempre a escondidas, como el ‘fantasma de la ópera’.
- Te costará
conseguir el respeto de la sociedad. Aunque nos enorgullecemos de vivir
en una sociedad abierta y enarbolamos la bandera de la libertad a la
menor oportunidad, mostramos nuestra verdadera cara cuando alguien nos
confiesa ser la amante ‘de’, algo muy distinto a tener una amante.
Cinismo total.
-
Si tu amante pertenece al círculo laboral, date por perdida. Sobre todo
si la relación se va al traste. En estas situaciones, siempre suele
salir mal parada la mujer.
-
En el caso de descubrirse la infidelidad, siempre serás ‘una
cualquiera’. A él se le puede perdonar, ella quedará marcada con la
letra escarlata. Es el machismo que todavía impera en ésta, nuestra
sociedad.
-
Vivirás de promesas incumplidas. ‘Dejaré a mí mujer, pero ahora no
puedo porque...’, ‘mis hijos son pequeños, pero cuando crezcan estaré
siempre a tu lado’, ‘ella no me entiende pero tú…’, ‘si te hubiera
conocido antes’… estos son los argumentos más habituales empleados por
hombres casados que quieren seducir a mujeres que se resisten a sus
encantos. Una visión poco halagüeña para quien se mete en estas
historias de forma inocente, pensando realmente que algún día será suyo.
-
Y si encima no puedes evitar enamorarte, el sufrimiento será el ‘pan de
cada día’. Los celos harán su aparición pensando qué hará con su mujer o
si tu no eres, al menos, la única amante. Sufrirás lo mismo que una
esposa engañada… sin ser la esposa